Espacio de Antonio Álvarez

LIBROS DE LA CÁRCEL | 4 agosto, 2012

En Brasil recientemente se ha anunciado que algunos presos podrán reducir 48 días de cada año de su condena si leen 12 obras literarias, científicas o filosóficas. Se trata de una iniciativa que aspira a elevar la educación de los reclusos y a combatir el sobrecupo en las cárceles. Claro está que los prisioneros deberán presentar cada mes una reseña por libro leído que será revisada por expertos designados por las autoridades penitenciarias. Ojalá las cosas resulten conforme a lo planeado porque a todas luces se trata de un noble proyecto.

Sin duda, la  lectura ha tornado menos lóbrega la condena de incontables prisioneros. Asimismo hay que reconocer que magníficas obras literarias fueron escritas en cárceles o en lugares de cautiverio. Muchos saben que gran parte de la inmortal novela Don Quijote de la Mancha surgió en una prisión sevillana en la que Cervantes estuvo recluido por no entregar cuentas claras de un trabajo temporal como recaudador de impuestos. Sin embargo, abundan las  obras concebidas en la cárcel. He aquí unas cuantas:

Miguel Hernández escribió El Cancionero y romancero de ausencias tras ser condenado a 30 años de prisión al término de la guerra civil española. A Hernández, por haber militado en el bando republicano, la dictadura franquista lo detestaba, pero no se atrevió a privarle de la vida, porque ya era un poeta muy reconocido. El romancero, en que llora la muerte de su primogénito y describe las inquietudes que le genera el nacimiento de su segundo hijo en una España de horizontes oscuros por el represor falangismo, se volvería  un elocuente testimonio que marcaría hitos en la evolución de la poesía ibérica y aumentaría la merecida fama de Hernández.

Fray Luis de León, religioso agustino encarcelado por traducir la Biblia del latín al español sin contar con el permiso eclesiástico, encontró inspiración para escribir De los nombres de Cristo, obra  que comenta con elevada belleza las interpretaciones de los diferentes nombres que se dan a Jesús en la Biblia.

Aunque El Lazarillo de Tormes es una obra considerada de autoría anónima, hay varios estudiosos que piensan que Diego Hurtado de Mendoza fue realmente quien la escribió. Este hombre, encarcelado por irregularidades financieras en su cargo de gobernador de Siena, acabaría siendo desterrado por Felipe II, pero se dice que fue precisamente  en la prisión de la Mota donde concibió al pícaro más memorable y divertido de la literatura española. Y siendo el autor una persona non grata al rey bien se entiende que el Lazarillo se publicara como libro anónimo.

Oscar Wilde, tras  ser el escritor más notable de la Gran Bretaña, fue encarcelado por los delitos de perversión y sodomía. Sus amores homosexuales con Lord Alfred Douglas, hijo del influyente marqués de Queensbarry, fueron condenados por la nada tolerante sociedad victoriana. En una mazmorra  Wilde escribe De profundis, desgarrador documento en que reflexiona en torno al significado del amor que no se atreve a pronunciar su nombre y  que nos permite  vislumbres de un alma llena de obsesiones.  La genialidad y la cultura superior de Wilde jamás se apagan en este escrito del ocaso de su vida.

El explorador  veneciano Marco Polo  fue hecho prisionero por tropas genovesas,  al retornar a Italia, en pleno conflicto bélico entre Génova y Venecia.  Tendrá como  compañero de celda al amanuense Rustichello da Pisa quien le pide que le cuente sus viajes. Marco Polo accede y Rustichello escribe Los viajes de Marco Polo, libro ameno que revela a los europeos la manera de vivir de naciones del extremo oriente, principalmente China, en la época de Kublai Kan.

Los Cuadernos de la cárcel de Antonio Gramsci revelan la visión del mundo de uno de los mayores teóricos políticos del siglo XX.  Condenado a prisión perpetua por  los fascistas del régimen de Mussolini, Gramsci siguió animando  e inspirando con sus escritos a  la gente que buscaba una sociedad más justa, libre y solidaria.

Bien podría decirse que estos libros escritos en la cárcel resultaron manifiestos de  libertad.


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