Espacio de Antonio Álvarez

LA DAMA DE LOS PERROS | 14 octubre, 2012

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Doña Mariquita se puso  feliz cuando le dije  que estudiaría para veterinario. Me cubrió de bendiciones y me aseguró que así ganaría un sitio en el cielo.  Testigos de mi impulsivo compromiso y de sus nobles parabienes fueron dos  perros pequineses: el Solovino  y el Coloso. Por supuesto, no cumplí aquella promesa que irreflexivamente hice a mis ocho años. Al evocar ese momento, me parece ver todavía al Solovino guiñándome un ojo. En realidad el perro estaba tuerto, pero quisiera creer que, adivinando  que  yo seguiría otro derrotero, aquel can me hizo un gesto solidario.

La señora Mariquita falleció antes de que iniciara mis estudios en dos licenciaturas que nada tenían que ver con la medicina veterinaria. No creo que me hubiera reclamado por incumplir mi promesa, pues ella era más buena que el pan. Su trato afable le granjeó el cariño de mucha gente. Aquella anciana, de ascendencia libanesa, dedicaba varias horas de cada día a pasar de casa en casa pidiendo sobras de comida para sus perritos. Y  como bien dice el texto de Mario Benedetti, éstos eran mucho más que dos. 

Había convertido su casa, ubicada en la colonia Ampliación Los Ángeles, en un refugio de canes. Con el tiempo algunos vecinos protestarían, pero al principio lo poco poblado de esa colonia le facilitó su labor en pro de perros desamparados.

La recuerdo, encorvada por los años, pero de andar decidido y rápido. Su ropa colorida y su cabello teñido de pelirroja evidenciaban una actitud jovial. También usaba bisutería y abundante maquillaje, aunque sus mejores prendas eran los  saludos cariñosos y un agradable sentido del humor.

Tenía un hijo profesionista muy  próspero que vivía en Torreón Jardín. Sus nietos asistían al mismo colegio que yo y doña Mariquita me preguntaba por ellos. Infiero que estaba distanciada del hijo. No sé cómo se sostenía.  Indudablemente había gozado de épocas de bonanza. Su plática revelaba que había hecho viajes de placer y alternado con personas pudientes.

Compartía la casa con una hija cuyo matrimonio se malogró. El fracaso conyugal quebrantó la salud emocional de la hija e injustamente su depresión  y desaliño motivaron que algunas personas la tomaran como una loca. Había incluso quien se burlaba de ella en las raras ocasiones en que se atrevía a salir. Y no se crea que eran chiquillos inconscientes quienes zaherían a la pobre mujer; lo hacían señoritas y señoras de dizque alta sociedad.

Al mal tiempo buena cara, reza un conocido refrán y Mariquita vivía en conformidad con ese dicho. Le gustaba tararear zarzuelas y valses y recorría la colonia con una sonrisa de oreja a oreja seguida por su fiel Solovino, pues el Coloso era mío, o más bien vivía en mi casa, donde claramente mis hermanas y yo éramos de él.

Casi al final de sus días tuvo conflictos con su hija. Ésta también quería amparar animales, pero prefería que fueran gatos. Mariquita tenía una paciencia franciscana, pero que desplazaran a sus adorados perros por huraños gatos le resultaba inadmisible. La contienda duró semanas y muchos nos dimos cuenta del intercambio de reproches y palabras ásperas. Se alcanzó una problemática tregua: una parte de la casa sería albergue canino y la otra, refugio felino.

Cronos finalmente acabó con Mariquita. Sin ella, su hija perdió lo poco que le quedaba de equilibrio. Obligada a salir, para procurar el sustento, le tocó sufrir las peores burlas de las señoritas y señoras que no veían incongruencia entre esa saña y la supuesta formación cristiana que recibieron; consiguieron una orden de allanamiento y después lograron que todos los animales fueran sacrificados. Trataron como una loca  a la hija y ésta finalmente perdió la razón.

Me quedo con el grato recuerdo de doña Mariquita. No fui veterinario, pero quiero mucho a algunos animales que paradójicamente me dan lecciones de humanidad. Hubo quienes pensaron que Mariquita también estaba privada de razón. Pascal les respondería que el corazón tiene razones que la razón no conoce.


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1 comentario »

  1. Saludos Lic. Antonio Alvarez. Interesante todo lo escrito. Buen inicio de semana.
    Eva Martinez Sandoval.

    Comentarios por EVA MARTINEZ SANDOVAL — 15 octubre, 2012 @ 11:50


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