Espacio de Antonio Álvarez

CENSURA IZQUIERDISTA | 28 octubre, 2012

¿Debe haber censura gubernamental a las artes? Muchísimas personas de inmediato responden a esa pregunta con un rotundo no. Desde hace décadas y en numerosas naciones se ha abandonado la censura de gobiernos a las creaciones artísticas.
Platón consideraba que el gobierno debía tener control absoluto sobre las artes. A su entender, no podía permitirse que los ciudadanos quedaran expuestos a la influencia de artistas capaces de apartarlos de las virtudes que una sociedad ordenada requería. Según él, la censura y la represión están plenamente justificadas ya que las artes exacerban las pasiones de la gente. Por ende, los habitantes de la ciudad-estado sólo deberían escuchar la música, ver las piezas teatrales y leer los libros que contaran con la autorización de los censores oficiales.
Si las autoridades políticas habitualmente vieron con recelo el trabajo de los creadores artísticos, las autoridades eclesiásticas fiscalizaron de manera obsesiva a los artistas y condenaron todo lo que les parecía pecaminoso. Hasta bien entrado el siglo XX, la iglesia católica siguió publicando el Index librorum prohibitorum et expurgatorum para que sus fieles supieran los nombres de libros y autores que les estaban vedados. Y, para colmo, todavía existen congregaciones que exigen a sus adeptos tener un director espiritual al que deben pedir autorización para leer ciertos libros.
Sin embargo, no se piense que sólo gobiernos derechistas e instituciones conservadoras han practicado la censura de artistas. Diversos gobiernos de izquierda también han sido severísimos. En la época de Stalin se impuso en la Unión Soviética la estrecha doctrina del realismo socialista. Artistas como Dimitri Shostakóvich, Serguéi Prokófiev y Aram Jachaturián tuvieron que ceñirse a las directrices del atroz decreto Zhdánov que únicamente autorizaba obras que proclamaran la grandeza de la revolución y cantaran loas a Stalin. El compositor Shostakóvich fue cruelmente criticado, sobre todo por su Cuarta Sinfonía y por su ópera Lady Macbeth de Mtsensk, y tratando de congraciarse presentó su Quinta Sinfonía con el obsecuente subtítulo de Respuesta de un compositor soviético a una crítica justa. En China, durante los años aciagos de la revolución cultural, se llegó al extremo de encarcelar a quienes poseían violines porque éstos representaban a la explotadora sociedad occidental. Vergonzosamente así como hubo quema de libros, hubo destrucción de valiosos instrumentos musicales.
No fue sólo durante la época estalinista que se ejerció un férreo control sobre las artes. Anteriormente, el mismísimo Lenin había pretendido justificar la censura: “Todo artista reclama su derecho para trabajar libremente conforme a su propio ideal, sea éste malo o bueno. Es aquí donde surge el caos. Los comunistas no debemos doblegarnos, dejando que ese caos crezca. Es nuestro deber controlar los resultados del desarrollo artístico”. Varios años después, ya muerto Stalin, en la sesión plenaria del Comité Central del Partido Comunista de 1958, se describió al ganador del premio Nobel de Literatura, Boris Pasternak, autor de El doctor Zhivago, como una «animal sarnoso que se plegaba a los deseos de los enemigos de la Unión Soviética con libros llenos de calumnias. El premier Nikita Jrushchov aseguró que “un cerdo no haría lo que Pasternak ha hecho porque un cerdo jamás caga donde come».
El realismo socialista fue señalado como una práctica asfixiante por destacados marxistas. El filósofo Georg Lukács, opuesto al culto a la personalidad de gobernantes, propuso en su lugar un realismo crítico. Por su parte, el Che Guevara reconoció que el realismo socialista tenía una intolerable rigidez. Sin embargo, el famoso guerrillero no fue congruente con sus propias tesis, pues se empeñó en prohibir el jazz y el rock en Cuba por considerarlos manifestaciones burguesas y decadentistas. Incluso las canciones de los Beatles le parecían a Guevara música dañina.
Afortunadamente, no hay censura que resista el paso del tiempo. A final de cuentas, todos los censores son rebasados por las genuinas aspiraciones de la humanidad. Diríase que la libertad hace valer sus espacios.


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